La mayoría de los residentes del asilo de ancianos San Vicente de Paul celebran felices las fiestas. Sin embargo, no es fácil para todos, ya que algunas personas resienten el abandono de sus seres queridos. En sus años más gloriosos, esta residencia de ancianos llegó a tener hasta 200 huéspedes. Valencia. La época navideña es siempre sinónimo de alegría, armonía y reencuentro. Sin embargo, para muchas personas, cuando piensan en las residencias de ancianos y en esta festividad, toda la escena se tiñe de melancolía y nostalgia. Pero en La casa del Sr. y la Sra. St. Vicente de Paúl Como prefiere llamar la Madre Superiora a este espacio, la nostalgia no es el denominador común, es minoritaria, menos aún cuando se trata de las celebraciones, que se extienden desde Nochebuena hasta fin de año. En esta casa de gigantescas proporciones y que desde hace más de 50 años presta servicios a la urbanización Tarapio de la ciudad de Naguanagua, viven 95 personas mayores. “Hay abuelos desde los 75 años hasta los 96 años”. Fotografía: Armando Díaz Este lugar es un lugar tranquilo dividido en una sección de hombres a la izquierda y una sección de mujeres a la derecha, mientras que en el centro hay una capilla gigante que no parece pertenecer aquí, mientras que en el pasillo central hay dos estatuas de la Natividad. La escena aumenta. . Hay al menos 200 habitaciones pero sólo 95 están ocupadas. Cada marco de puerta está rodeado por una corona navideña. Fotografía: Armando Díaz Allí estaba Reyna Meléndez, sentada en un sillón leyendo un libro. Vive allí desde hace 8 años, pero lejos de lo que mucha gente piensa, no se siente triste por vivir allí. “Nadie me obligó”. Según la madre superiora, la espontaneidad se ha convertido en la regla de este hogar. “En los últimos tiempos nos hemos encontrado con muchos casos de familiares que se han visto obligados a dejarnos aquí, lo cual es muy triste. Se resisten a la corriente, se desaniman y se dan por vencidos”. Fotografía: Armando Díaz Meléndez llegó allí después de la muerte de su marido. Antes de eso, estaba sumamente feliz de decir que viajó a donde quiso y se desarrolló profesionalmente en escuelas privadas y en la Universidad de Carabobo como investigadora. Es técnico de laboratorio clínico. La muerte de su marido fue un punto de inflexión inesperado que la empujó a la soledad y la presencia de Dios la sanó. No siempre fue católica, en realidad provenía de una familia judía pero fue evangelizada por la hija de su compañera de cuarto. “No sabía que Thaiz era su hija y cuando me di cuenta nos hicimos amigos”. Fotografía: Armando Díaz Su fe en Dios la conmovía a diario, su habitación se llenaba de figuras católicas, fotografías de familiares y un pequeño altar. Cuando mencionaron la Navidad, se puso la mano en el pecho y sonrió. Considera que esta es la fiesta más hermosa y no pierde la oportunidad de celebrarla en San Vicente de Paul. “Hijo, aquí bailas, cantas. Aprovechamos la tarde y nos reunimos con muchos amigos y fue fiesta, fiesta y más fiesta. Nos reímos sin parar y mucha gente cree que estar aquí es estar abandonado, no, no. Venir aquí es entender que no quiero ser una carga para nadie, mi enfermedad basta para convertirse en la enfermedad de otro.” Fotografía: Armando Díaz Durante la semana se realizaron varios almuerzos, cenas y bailes con villancicos de fondo. Si hay algo que Reyna entiende es que la música y el baile son medicina para el alma. Aunque la Madre Superiora admite que 2023 es un año difícil y de extrema austeridad, esto no debe entenderse como escasez o necesidad. “Gracias a Dios nunca nos ha faltado nada y hemos podido cuidar a nuestros abuelos”. Chica flaca No muy lejos de la habitación de Meléndez se encuentra Rosalía Suzyk. “Sí, como un cantante”. Parecía tener menos de 75 años, tenía una voz ronca como la de una mujer que fuma y estaba extremadamente delgada, pero no hasta el punto de parecer hambrienta. Llevaba un vestido negro con estampado de girasoles y hablaba con otra abuela que parecía más convaleciente. Fotografía: Armando Díaz También fue a San Vicente de Paul por elección propia. “Vivo en La Isabelica pero hace 11 años entraron a mi casa con un cuchillo y se llevaron todo lo que tenía”. mira no tengo nada Decidió ir a un asilo de ancianos. Aunque el destino la había llevado hasta allí, ella no estaba triste, por eso recordó que debía aprovechar su juventud física y mental y encomendarse a Dios, quien la había salvado en aquellos tiempos del primer año, así como también. arte. “Un día estudié en la Escuela de Arte Arturo Michelena con Braulio Salazar y Vladímir Zabaleta, que estaban detrás de mí. Los rechacé y eso los hizo sentir terribles”. Fotografía: Armando Díaz Respecto a la celebración de la Navidad, dijo que cada uno hace lo que quiere. “No hay nada en este mundo, como verán este es un lugar muy tranquilo, cada uno va por su cuenta, algunos familiares van a buscar y compartir, otros nos quedamos aquí y compartimos y otros se encierran”. su cuarto. Para todos, hablar de Navidad no es fácil”. Antes de despedirse explica que la llaman “La Flaca”.” ¿Y? La Navidad no es fácil para todos y el tiempo lo ha demostrado. Fotografía: Armando Díaz Ninguna celebración es digna Justo en la habitación de al lado, Nevia de Santana se encontraba leyendo un libro con mirada molesta, parecía feliz pero por dentro no lo estaba. Quería salir de San Vicente de Paul. “Mi hijo me dejó aquí hace dos años y se fue del país. Nadie puede cuidar de mí”. Durante ese tiempo intentó afrontar ese abandono sin solución. Además, su hija se encuentra en España y su otro hijo, el cura, ha fallecido. “Le rogué a él y a Dios que me sacaran de aquí”. Fotografía: Armando Díaz Para ella la Navidad no fue nada divertida, se abrazó la cara y lloró. No celebra porque la soledad la ha vencido. “Esto es una prisión, una prisión para personas mayores como yo”. Pero la realidad es que el asilo de ancianos San Vicente de Paul es una convergencia de muchas realidades y un lugar donde no todos están presentes como evaluó la madre superiora. Cada habitación es un mundo de tristeza, gloria y recuerdos. Sin embargo, la mayoría espera ansiosamente la venida de Dios y su pasado triste o feliz queda lastrado por la omnipresencia de Dios, el Creador, los santos y su casta madre, la virgen. Fotografía: Armando Díaz
En el asilo de ancianos San Vicente de Paul, la gente recuerda la época navideña
Redacción - Venezuela en Directo
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