El derecho a la defensa es un derecho humano, individual y colectivo, justo y equitativo; contra los ataques criminales que buscan la muerte y la destrucción por motivos de odio, especialmente mediante actos de terrorismo bárbaros e indiscriminados contra personas inocentes.
La doctrina del derecho a la defensa está consagrada en el Derecho Internacional, en los principios de diversas organizaciones religiosas, comenzando por las enseñanzas de la Iglesia Católica. Y no hay duda de que forma parte del sentido común de las personas de buena voluntad.
Sin derecho a la defensa no puede haber un orden mínimo para establecer el respeto, la justicia y la paz. Intentar justificar el crimen del terrorismo es convertirse en colaborador del mal, de sus manifestaciones más despreciables.
Intentar relativizar los ataques terroristas sólo conduce a más terrorismo, más crímenes de odio, más barbarie contra las personas, las naciones y la humanidad en su conjunto.
Dar la bienvenida al terrorismo es una distorsión de conciencia muy grave y una declaración de que el terrorismo debe continuar y fortalecerse como instrumento de destrucción.
El derecho a defenderse debe protegerse firmemente. Especialmente en situaciones donde la confusión, las amenazas y los chantajes son evidentes.
Muchas veces las primeras víctimas del terrorismo no son las personas que se odian a sí mismas y por tanto quieren destruirlas. No son. Es la población a la que los terroristas conquistan, oprimen y estrangulan para mantener o mejorar su capacidad de causar daño.
Por lo tanto, el derecho a defenderse es valioso contra el terrorismo y beneficioso para quienes sufren sus malignidades.
Fernando Luis Egaña