Nadie puede ser neutral entre el perpetrador y la víctima. No se puede ser neutral entre el agresor y el agresor. Nadie puede ser neutral en el poder que destruye naciones, y naciones en situaciones de catástrofe humana.
Ser neutral, en este y otros casos similares, equivale a colaborar con el mal. Tomar partido, aunque sea de manera secreta, por quienes causan daño con su tiranía y victimización.
El colmo de esa farsa fue el principio que el Centro Carter aplicó a nuestro país hace años: Estamos de todos lados… No sé de dónde lo sacaron, lo que sí sé es que funcionó como uno solo. Una excusa para ayudar a la hegemonía.
Evidentemente, defender los derechos de las personas no significa perder de vista la realidad y luchar. Esto puede ser muy beneficioso para la continuidad de los poderes establecidos.
Pero esto significa evitar la vaguedad y la ávida discreción, que, como tales, confunden la buena voluntad. ¿Por qué es dulce la pretensión abrumadora de poder? En muchos casos hay notorias repercusiones políticas y económicas. En otros, trate de comprender el costo y el dolor.
La neutralidad es un aliado del dominio, quizás una gran función. La neutralidad debe ser condenada. Y hay que comprometerse a cambiar esa ruta. Cartón sin neutralidad, ni justificación de lo inaceptable.
Uno no puede, pero sobre todo no debe, permanecer neutral frente a los horrores que están destruyendo la patria.
Fernando Luis Aganá