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El 19 de mayo de 2018, la boda del príncipe Harry y Meghan Markle detuvo al mundo de millones, que se sentaron frente al televisor para ver la transmisión en vivo de la ceremonia, que tuvo lugar en la Capilla de San Jorge. Castillo de Windsor. La actriz se convirtió en duquesa y pasó a formar parte de la monarquía más antigua de Europa. Sin embargo, durante toda la boda, la novia recordó sus raíces estadounidenses, su amor por Hollywood y su herencia.
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“Había algo en el vestido que realmente capturaba este nuevo viaje en el que se encuentran los Sussex”, dijo Wyatt Keller. “La realidad es que esta fue una boda y una ceremonia muy diferente a cualquier otro evento real o cualquier boda real anterior en esta capilla”, añadió.
Diseñar el vestido de novia supuso un coste estimado de 265.000 dólares que, según la revista, corrió a cargo de Markle, 3.900 horas de diseño del velo, ocho pruebas y cinco meses de comunicaciones secretas.
El look clásico de Hollywood sirvió de referencia para la actriz. “Siempre amó a Audrey Hepburn”, afirmó el diseñador, refiriéndose al vestido de novia con cuello de barco que lució la famosa artista durante el rodaje de Funny Face (1957), que fue un punto de inspiración para la casa francesa.
Hace varios años, durante una entrevista, la actual duquesa de Sussex dijo que el vestido de Narciso Rodríguez que usó Caroline Bessette Kennedy en su boda era “de ensueño”, por lo que Wyatt Keller también se inspiró en diseños americanos para trajes de novia.
Sin embargo, las tradiciones también formaban parte del traje, aunque no estuvieran a la vista. De la antigua práctica de usar “algunos nuevos, algunos viejos, algunos prestados y algunos azules”, lo moderno estuvo presente en el diseño, aunque nadie lo vio.
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