con una espátula
Alrededor de 150 familias del estado Apure, cuyas unidades de producción están ubicadas en los alrededores de Hato Merecure, son extorsionadas, amenazadas, intimidadas, perseguidas y sometidas a tratos crueles e inhumanos por parte de las autoridades criminales e inhumanas de la Unidad de Investigación Científica. Criminalística (CICPC) con competencia en la región.
Según la investigación publicada por FundaRedes sobre este caso, «EL Rebaño MERECE UNA REGIÓN BAJO EL IMPERIO DE BARBARÍA» Desde 2015, los productores locales vecinos a la propiedad en cuestión serán víctimas de actividades irregulares promovidas y/o permitidas por agencias gubernamentales.
Más de 10 declaraciones fueron recogidas por el equipo de activistas de la organización de defensa de los derechos humanos; Los aquí afectados llamaron la atención sobre las acciones arbitrarias y violaciones de derechos fundamentales de los organismos de seguridad y la administración de Hato Merecure contra el pueblo. mirada indiferente del estado.
Además, los afectados confirman que “Además de funcionarios del CICPC y personal de Hato Merecure, también estarán involucrados Grupos Armados Irregulares (GAI)”.
La Federación Nacional de Ganaderos de Venezuela (FEDENAGA) ha denunciado reiteradamente que los productores agrícolas, no sólo los del estado Apure, son víctimas de extorsiones por parte de grupos armados irregulares y autoridades estatales.
De igual forma, el informe revela los métodos utilizados por los gobernantes de Hato Merecure y los agentes policiales del Estado venezolano para realizar extorsiones y persecución a los productores locales, utilizando el poder estatal como amenaza.
Según las denuncias recibidas, todo gira en torno al mismo escenario: la administración de Hato Merecure confisca el ganado de manera irregular, los legítimos dueños del ganado hacen el reclamo correspondiente y es ahí donde las tropas del CICPC se rebelaron. Para no culpar y liberar a los productores, se exigen grandes cantidades de divisas.
Para FundaRedes la extorsión se convierte en una política de Estado; porque las autoridades locales y las fuerzas de seguridad intervienen para extraer dinero de la población campesina de maneras que socavan el Estado de derecho.
“Los productores agrícolas no sólo son víctimas de extorsión, sino que también son sometidos, amenazados de muerte, secuestrados y torturados”, afirma la ONG.
Garantiza que el derecho a la vida, la integridad personal y la propiedad, así como el desarrollo de las actividades agrícolas, han sido amenazados y vulnerados por el accionar extremo de organizaciones criminales que operan con el conocimiento de las autoridades militares y policiales.