Suiza vuelve a estar en lo más alto de Eurovisión y este sábado Nemo rompió los códigos de un festival tumultuoso, mostrando un mensaje conciliador en defensa de la identidad de género no normativa, el más polémico de su historia.
Es el primer artista en ganar el codiciado micrófono de cristal como persona no binaria, tras apostar sólo horas antes a que quedaría relegado al tercer puesto detrás de Croacia e Israel. “¡Espero que esta competencia pueda cumplir su promesa y mantener la paz!” Declaró muy emocionado tras conocer el resultado.
Su victoria despejó un poco el negro horizonte tras una versión de extrema tensión por su presencia en este foro de convivencia entre su sangrienta ofensiva militar en Gaza que se desarrolló con Israel como vencedor y organizador del próximo evento, matando a unos 35.000 civiles palestinos, casi la mitad de ellos niños.
Mientras la ciudad sueca de Malmö se convertía en el epicentro de las protestas propalestinas, se hablaba tanto de las constantes peticiones de su representante de ascender o ser expulsado de todas sus actuaciones que el 50 aniversario de ‘Waterloo’ sigue siendo anecdótico. ABBA, a quien el festival debe gran parte de su identidad actual.
Frente a ese espíritu de celebración del color y la música, se abrió un camino de etapas cada vez más amargas hasta la Gran Final que acabó este sábado con una descalificación, sí, pero del representante holandés, Joost Klein, un castigo que consideró su TV “a El camarógrafo del festival en el contexto de agitación incompatible con hacer “gestos amenazantes”.