El proyecto de ley especial de protección de pensiones ha generado un intenso debate en Venezuela desde que Nicolás Maduro lo propuso. Según el esquema, las empresas deberán destinar hasta el 15% de su salario bruto mensual a aportes al sistema de pensiones, medida que ha provocado reacciones encontradas en el sector empresarial.
El esquema establece que ninguna empresa podrá calcular el aporte con base en ganancias por trabajador inferiores al salario indexado integral de $130 mensuales. Además, se ha aclarado que esta obligación afectará a todas las empresas con actividad económica en el país, independientemente de su domicilio fiscal.
Uno de los aspectos más discutidos del proyecto es el ajuste del porcentaje de la contribución anual de la delegación al Presidente de la República, lo que permite cierta flexibilidad pero también genera incertidumbre entre los empresarios.
Se establece un límite máximo del 15% del salario bruto, sugiriendo la posibilidad de negociación para establecer una tarifa más manejable. El artículo 8 del régimen prevé incluso la exención de empresas por parte del Presidente en determinadas condiciones y determinadas categorías.
La vicepresidenta Delsey Rodríguez, quien encabezó el enfoque con las organizaciones empresariales, destacó la necesidad de equilibrar la carga del Seguro Social, que actualmente recae en el estado. En su discurso ante la Asamblea Nacional, Rodríguez instó a los empresarios a asumir la responsabilidad social.
Sin embargo, las críticas no se hicieron esperar. Los ámbitos político y económico cuestionan la necesidad y transparencia de la administración de estos recursos. El economista José Guerra señaló a Banca y Empresas que este aporte se transformaría esencialmente en un impuesto a la nómina, con impacto en los precios y una posible falta de garantías en su gestión.
Las discusiones sobre la ley reflejan profundas tensiones en el panorama económico de Venezuela, donde las presiones financieras ya son considerables para las empresas. Aunque el gobierno sostiene que el objetivo es redistribuir el crecimiento en beneficio de los más vulnerables, las preocupaciones sobre el impacto en la economía y la transparencia en la gestión de fondos siguen siendo centrales en el debate parlamentario.