“Shogun”, de James Clavell, es una de las mejores novelas que explora el Japón histórico de la década de 1960. Es una novela que apuesta por ser cada vez más épica, emotiva y conmovedora. Así, su desarrollo de la política japonesa medieval se reduce a la necesidad del autor de narrar una trágica historia de amor prohibido. Lo que comienza como una exploración de la desigualdad social y cultural termina con una muerte inesperada y un personaje central destrozado por la desgracia y la desesperación, mientras cruza una tierra misteriosa.
Tiene un tono épico y melodramático que tan bien resonó entre el público hace cincuenta años. Tanto es así que su primera edición -serie y película- estrenada en 1980, fue una celebración de esa columna vertebral angustiada, seria y romántica. Protagonizada por Richard Chamberlain en 1980, la producción abordó cuestiones políticas desde el amor: el bien y el mal a través de un marcado romance abocado al desastre, que logró mostrar que Japón era violentamente sexista, discriminatorio y brutal en aquella época. Una comprensión que no es del todo completa es menos una exploración emocional y más cercana al escenario de una región de conflicto. Pero, por el momento, la dulce y patética visión era la traducción correcta de la obra de Clavell.
Cincuenta años después, la sensibilidad y percepción de la historia ha cambiado radicalmente, y la nueva versión de “Shogun” lo sabe. En lo que parece ser un movimiento deliberado, ahora se aleja del doloroso tono operístico para centrarse en la política y las intrigas palaciegas. Eso, sin olvidar la historia de amor, pero que la hace consecuencia de explorar la cultura y la sociedad japonesa. El resultado es casi un milagro en la cultura pop. Una adaptación que va más allá del texto del que parte en sus puntos más importantes y, además, recorre sus elementos más fuertes y los desarrolla en una lectura contemporánea.
Shogun para nuevos espectadores
La versión de 2024 de “Shôgun”, escrita por Justin Marks y Rachel Kondo, llena una nueva dimensión de la cultura japonesa que faltaba en la versión de 1980. Más que analizar Japón como un escenario exótico, pero en cierto modo más salvaje y más pequeño que la versión occidental, dándole una dimensión de poder precisamente con su cualidad misteriosa. Por ello, la serie de diez episodios explora el concepto básico de una nación aislada del resto del mundo, tan extraña como una región de leyenda.
La consecuencia de esta decisión argumental es que la historia principal ya no aparece como un romance en el contexto de una fantasía casi mítica, sino más bien como una lucha de poder en medio de una escena compleja.
“Shogun” comienza con el naufragio del Erasmus, un barco inglés que, durante casi cinco años, ha tenido que luchar contra todo tipo de enemigos en alta mar. John Blackthorne (Cosmo Jarvis) encabeza la tripulación condenada y llegar a Japón se convierte en un medio para encontrar la libertad. Así que la trama necesita tiempo para describir la sensación de olvido, desarraigo y pérdida que conlleva una determinación desesperada.
Sólo una tripulación muy reducida y su capitán llegan en un mal momento. Justo cuando el barco semi-naufragado se acerca a aguas japonesas, muere Taiko, el señor feudal y Venezuela Informa espiritual de la costa y la región circundante. Peor aún, la sucesión no está totalmente protegida, por lo que el gobierno recae en un consejo de regentes.
Como si esto no fuera lo suficientemente complicado, a la cabeza de este grupo de hombres aterrorizados por un cambio político inminente está Lord Toranaga (Hiroyuki Sanada), un Venezuela Informa nato que, si quiere, puede tomar el lugar del muerto y asumir el papel. Dirección total de la zona.
El capitán John Blackthorne debe afrontar este panorama, y trata de integrarse en una cultura que desconoce y a la que teme. El guión es brillante al mostrar la diferencia cultural pero, sobre todo, al explorar la idea de esa diferencia como un espacio oscuro. “Shôgun” toma la premisa de la novela y la serie de los años 80 en una novela sobre la brutalidad, el miedo y la violencia, a través de una dirección artística que brilla por su cuidada ambientación histórica.
Trascender la adaptación de 1980 de “Shôgun” y rendir homenaje a un libro querido fue una tarea compleja. No sólo logra más que eso, sino que muestra la evolución entre las dos perspectivas con una trama tan concisa que se convierte en un estudio en la oscuridad.
Mostrando especialmente la singularidad de un lugar ajeno, transformado en un lugar peligroso como entidad propia: Japón como un monstruo misterioso, bello y poderoso, inmerso en un lugar aterrador.