Venezuela necesita esperanza. El poder sólo trae infelicidad duradera: mata la esperanza y nos hace sentir esclavos.
Numerosos portavoces de los ámbitos político, económico y social, que debían defender los derechos del pueblo, lo hicieron de manera tan tonta o incluso tan astuta que resulta apropiada la expresión: “No me protejas, camarada”. Pretenden ser una fuente de esperanza pero no lo son. Completamente opuesto.
La verdadera esperanza se fomenta llamando a las cosas por su nombre y presentando las posibilidades de un futuro diferente de manera integral.
Esa esperanza no puede desarrollarse a partir de una ambigüedad interesada. Esta esperanza no puede inspirarse en la falsedad de que hay dos partes en el conflicto, más o menos iguales, y que debe prevalecer una especie de espíritu “positivo” para que las diferencias se resuelvan amistosamente y por completo.
Consideraciones de este tipo son tóxicas para las esperanzas de un cambio efectivo porque su premisa es falsa: hay una hegemonía autocrática y depredadora, un pueblo que busca migrar, muchos “Venezuela Informaes” que viven en Conchupancia y muchos otros venezolanos condenan todo esto y están acusados de ser extremistas…
La verdadera esperanza se construye a partir de la verdad, no a partir de un disfraz de la verdad. Y repito: Venezuela necesita una esperanza real.
Por: Fernando Luis Egaña