Venezuela Informa
En los últimos años Venezuela ha sufrido una serie de crímenes sin precedentes en la historia; Las organizaciones armadas han adquirido suficiente poder y reputación como para paralizar ciudades enteras y crear guerras similares a las guerras. Si bien la delincuencia en el país ha sido una preocupación constante para el pueblo durante cuatro décadas, su estructura y alcance han cambiado para siempre, manifestándose como un aumento cada vez más violento, sofisticado y organizado.
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Para profundizar en este fenómeno, en esta primera parte exploramos los antecedentes, causas y contextos que llevaron al desarrollo de Megabandas.
La década 1980-1990: el comienzo
Antes de la década de 1980, Venezuela era un país seguro y estable en comparación con el resto de la región. Sin embargo, a partir del “Viernes Negro” de 1983, se inició una crisis generalizada por la caída de los precios del petróleo; provocando severos impactos en la economía, la sociedad y el Estado. Durante esa década, la pobreza aumentó rápidamente, el Estado enfrentó serios problemas debido a los déficits presupuestarios y la corrupción, y el sistema político inició un proceso de decadencia por su incapacidad para resolver los problemas del país.
Al final del milenio, la situación se volvió terrible, con una cadena de acontecimientos que demostraron el colapso del sistema. El primero fue “El Caracazo” en 1989, seguido de dos golpes fallidos en 1992; Al año siguiente, el presidente Carlos Andrés Pérez fue destituido por malversación de fondos y en 1994 estalló una importante crisis bancaria.
Los problemas van mucho más allá de los déficits fiscales o la disminución de las arcas estatales. Mientras gran parte del país cae en la pobreza y las instituciones del Estado se ven abrumadas por la crisis; Los pactos políticos y sociales que han gobernado el país durante las últimas tres décadas se están rompiendo irreversiblemente.
Explosión del crimen
En este escenario, una de las principales consecuencias sociales de esta crisis tiene que ver con el aumento de la inseguridad. Durante la década de 1980 la delincuencia común siguió aumentando, convirtiéndose en un problema cada vez mayor para la población. El fenómeno criminal que comienza a aparecer tiene características específicas:
– Concentrado principalmente en las grandes ciudades de todo el país.
– Es principalmente desorganizado, espontáneo e impulsivo.
– Hay un aumento de conductas agresivas y violentas.
Delitos como hurto, atraco, hurto de vehículos o secuestro se producen cada día con más frecuencia. El aspecto más grave, sin embargo, tiene que ver con el aumento de la violencia, especialmente los asesinatos, que comenzó en 1990 e inició una tendencia ascendente casi permanente.
La respuesta que utiliza el Estado es una política de represión; con un enfoque principalmente policial, dirigido al encarcelamiento masivo. Sin embargo, ignorar los problemas institucionales estructurales como la falta de preparación policial, la corrupción, los códigos penales obsoletos y los retrasos en los procedimientos judiciales; Toman medidas que, lejos de ayudar a resolver el problema, contribuyen a exacerbarlo.
Hechos como la toma de rehenes en San Román (23 de junio de 1995) y Terrazas del Ávila (15 de abril de 1996) ilustran muy claramente la situación que vive el país. En ambos casos, los delincuentes, en su mayoría hombres jóvenes, intentaron controlar y robar violentamente a sus víctimas. Por su improvisación y desorganización fueron descubiertos y rodeados por la policía, y por falta de coordinación y negligencia mataron tanto a delincuentes como a rehenes.
El comienzo de la crisis carcelaria
Sin embargo, la consecuencia más grave de estas políticas es la sobrecarga de todo el sistema penal. Las detenciones masivas triplicaron el número de presos en un corto período de tiempo, ya que los retrasos procesales hicieron que los inocentes permanecieran detenidos y los culpables permanecieran detenidos sin juicio, durante meses o años (Mallorca, 1989). Al mismo tiempo, el ya ineficiente sistema penitenciario está colapsando debido al hacinamiento (tres veces su capacidad); Todo esto se produjo en un contexto de recortes presupuestarios y crisis institucional, lo que provocó varios incidentes que dejaron cientos de muertos. Es así como las cárceles se convierten en lugares para albergar personas, donde las condiciones de vida son muy importantes y el Estado no garantiza nada.
Por ejemplo, el 3 de enero de 1994 ocurrió un trágico hecho en la cárcel de Sabaneta, ubicada en Maracaibo, estado Zulia, en el que murieron 108 reclusos. El incidente se originó a partir de un motín que se desató entre los presos, lo que provocó que el fuego se extendiera rápidamente. Este es el peor período en la historia carcelaria venezolana en términos de muertes.
Otro hecho similar ocurrió el 22 de octubre de 1996, cuando se produjo un incendio en la caseta 4 del Penal La Planta, ubicado en la ciudad de Caracas, matando a 29 personas. Este trágico hecho fue provocado por la Guardia Nacional luego de encerrar en una pequeña celda a varios presos que protestaban por el maltrato de algunos funcionarios. Luego, la policía arrojó cuatro botes de gas lacrimógeno, lo que provocó un incendio.
A lo largo de la década de 1990, todas las condiciones anteriores continuaron prevaleciendo, creando el contexto de inestabilidad, pobreza, crisis y violencia que vivía el país; abrió la puerta a la victoria del chavismo en 1998.
La década de 2000 a 2009: consolidación y expansión del crimen, cambio sistémico
De 2000 a 2009, el proceso penal descrito anteriormente aumentó continuamente y se aceleró fuertemente.
Esta década se caracterizó por dos tendencias principales: políticamente, el movimiento chavista llegó al poder, iniciando la “Revolución Bolivariana”, que provocó grandes cambios y conflictos en el país.
El segundo fue el inicio de la mayor bonanza petrolera de la historia del país, desde 2004 hasta 2012. Ambos tendrían un impacto importante en el fenómeno criminal.
Como factor distinto a la década anterior, la bonanza petrolera marcó el inicio de muchos programas sociales, el surgimiento del Estado, las contrataciones públicas, entre otros mecanismos; ayudar a reducir la pobreza de ingresos. Sin embargo, paradójicamente, el aumento de recursos en las calles y la disminución de los índices de pobreza hacen todo lo contrario de ayudar a solucionar el problema, potenciándolo. La impunidad y la ineficacia institucional crearon una explosión del crimen sin precedentes en la historia del país, a medida que el crimen aumentó sus beneficios a costos más bajos.
Después de que el chavismo llegó al poder, rápidamente se afianzó el prolongado deterioro institucional de las décadas anteriores. Los problemas tradicionales como la corrupción y la ineficiencia no sólo están aumentando, sino que también se suman a otros problemas como la pérdida de experiencia en todos los niveles, el uso de organizaciones para tareas que no son apropiadas para sus propias funciones, junto con el feroz proceso de partidismo político.
A pesar del continuo aumento de la inseguridad, el gobierno la ha manejado de manera contradictoria. En términos discursivos, sus narrativas varían entre negar el problema y atribuir preocupaciones ciudadanas y aumentos de la criminalidad a campañas mediáticas de oposición; o admitir su existencia, alegando que son los vicios y vestigios del capitalismo y la Cuarta República. Según este relato final, la inseguridad desaparece a medida que aumentan las misiones sociales y la revolución consolida el poder. Como no hubo una verdadera consideración de la cuestión, se la trató de manera vaga y ad hoc.
Estas contradicciones se reflejan en la falta de claridad y planificación de las políticas de seguridad. Durante los primeros 10 años de gobierno, el Ministerio del Interior cambió de ministros 11 veces y durante el mismo período se implementaron 17 planes de seguridad diferentes, en la mayoría de los casos no vinculados entre sí y además a costa de desechar planes anteriores. capacidad de juzgar. La falta de continuidad en las políticas de seguridad impide que el problema sea tratado de manera precisa e integral, lo que contribuye a su avance. En realidad, el enfoque del problema del crimen osciló entre la inacción institucional y la respuesta policial, lo que resultó en detenciones masivas y ejecuciones extrajudiciales.
Sistema penitenciario: fortaleza criminal
Entre 2000 y 2009 hubo 110.589 asesinatos, incluidos cientos de miles más de secuestros y agresiones, además de millones de robos. A finales de la década, las cárceles eran bastiones criminales controlados enteramente por automóviles.
A diferencia de los crímenes que ocurrían en las calles en aquella época (improvisación, desorden, caos); En las prisiones, la ausencia de autoridades estatales ha obligado a los grupos penitenciarios a organizarse para llenar el vacío de poder. A diferencia del hampa callejera, los coches se convirtieron en organizaciones jerárquicas, con roles divididos y decenas de miembros, cuyo objetivo era dominar la prisión (o parte de ella).
Los carros están comandados por un “pran” o “principal”, el jefe de la banda. Le siguen los “luceros”, su grupo de confianza, que actúa como brazo armado y se encarga de ejecutar las órdenes superiores. En el territorio controlado por el coche (que puede abarcar desde una hilera de celdas hasta una prisión entera), todos los presos están bajo su control.
A través de una violencia extrema, controlan todos los aspectos de la vida y la actividad dentro de la prisión, desde aspectos logísticos como el suministro y el mantenimiento de la prisión, hasta cuestiones administrativas como los regímenes de visitas y traslados; incluso aspectos culturales como el vocabulario y el comportamiento. Su poder económico se basó en la recaudación de “causas” y “revoluciones”, respectivamente, impuestos aplicados a los prisioneros para permitirles vivir y hacer negocios en prisión.
Gracias a la corrupción se introducen armas de guerra en las cárceles, lo que aumenta aún más el crecimiento de este tipo de organizaciones en el sistema penitenciario, provocando violencia de forma descontrolada, pues en cada cárcel la prisión puede tener varios autos compitiendo por el control de la misma. , que generó innumerables guerras que dejaron cientos de muertos y heridos cada año. A esto se sumaban las muertes y lesiones causadas en el ejercicio de su poder, ya que la desobediencia a sus órdenes o “luces” se castigaba con castigo físico o ejecución.
Por un lado, se convirtieron en centros de mando y control, ya que los delitos callejeros, como la extorsión y el asesinato, se ordenaban y gestionaban desde la prisión. Por otro lado, las prisiones se convierten en universidades del crimen, ya que la incompetencia judicial obliga a prisioneros inocentes o de bajo riesgo a coexistir con criminales extremadamente peligrosos; lo que significa que en muchos casos los primeros no sólo aprendieron sino que también se involucraron en los crímenes de los segundos; aplicar dichos conocimientos y prácticas en las calles después de cumplir sus condenas.
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