Gilda Soto vive en Venezuela desde hace 40 años y desde hace 5 años cose trajes para la Virgen del Valle, en la iglesia de Puerto Ordaz, que comparte nombre con el culto a la Virgen María.
Ciudad de Guayana. Gilda Soto Toro es de origen chilena pero venezolana de corazón, como ella misma se describe. De los 40 años que estuvo en el país, cinco se dedicó a coser trajes de la Virgen del Valle para la iglesia del mismo nombre en Puerto Ordaz.
Es modista, pintora y restauradora de imágenes religiosas, de 75 años. Pensando precisamente en ella confeccionando ropa de fiesta y vestidos de novia, un día al mirar a Virgen del Valle pensó que ella también podía diseñar para ella.
“La amo porque es la madre de Jesús. Entonces le hice su primer vestido. Luego tuve el coraje de hacerlo el año siguiente y así sucesivamente, otros cuatro años cosiendo su vestido. Felicidad, porque me gustan esas cosas y me llenan. Es un regalo que Dios me dio y tengo que usarlo, no conservarlo”, dijo Soto.
fuerte fuente de inspiración
La elección de colores y otros complementos también pasó por un proceso, durante el cual Gilda incluso habló con la imagen de la Virgen del Valle.
El vestido de este año tiene perlas que simbolizan el mar, porque así es patrono de los pescadorescomo es bien sabido.
“Este año he tenido que lidiar con esa incertidumbre. Estoy hablando con ella. ¿Cómo le pondrás a tu hijo este año, mami? ¿Qué haré contigo? Quiero decir, está casi vacío. Y, sentado aquí, pensando en ello, parece como si alguien me hubiera abrazado. ¡Lanzamiento! Él me sacó. Y miré afuera, miré al cielo y obtuve la respuesta. Espectaculares nubes blancas con un toque rosa. Aquí está: rosa, blanco, azul claro. “Ella me dijo eso y lo hice”, dijo.
Toda la confección y bordado tomó dos meses.
Anécdotas sobre la fe
Para Gilda, no importa la religión, lo importante es la fe, creer en algo.
Hoy en día la gente ha perdido la fe. Tiene muchos problemas, pero también muchos problemas. Por eso siempre pienso que la gente es débil. ¿Débil en qué? Pensar. Pierde la fe en que, a menos que ocurra algún acontecimiento divino, aparecerá ante él un obstáculo. “Ya no quieren saber más de Dios, ya no van a la iglesia”.
En su caso, dijo que le suceden muchas cosas que, por el contrario, aumentan cada día su fe.
“Un día, en este momento tan terrible que estamos pasando, comí una yuca cocida. Le agregué un poco más de aceite porque ni siquiera tenía mantequilla. Y luego me quejé con Dios. Le dije: Señor, ¿cómo es posible? ¿Me estoy matando haciendo esto? Ella estaba muy enojada. Pero de repente algo se me metió en la cabeza. Le dije a Dios: Señor, por favor perdóname. ¿Cuánta gente quiere comerse este trozo de yuca? Bueno me fui a comer mi yuca tranquilamente. Y hasta estoy feliz”, dijo.
Al día siguiente, un amigo médico, y más tarde el hijo de Gilda, llegó a su casa con algo de comida para ella. Esa experiencia fortaleció la fe de Gilda Soto en Dios y la Virgen del Valle.