Como película -y cualquier aficionado al Séptimo Arte puede dar fe de ello-, Simon hace gala de un guión impecable en su pulso de electrocardiograma; Una cinematografía que nos transporta a través del tiempo y el espacio; y representaciones naturalistas, destacadas por su cruda verdad.
Pero más que una película de ficción basada en hechos reales, Simón, el primer largometraje de Diego Visentini, es un retrato de un país suspendido en el tiempo durante un trance.
Y son raros los casos en los que uno está satisfecho con lo que ve en su retrato.
Es común decir que el tiempo pasa sin que nos demos cuenta. Por eso es difícil escribir, filmar, digamos, años vivos y latentes como 2014 y 2017; Sobre aquellos que conocemos; De anécdotas que nos conmueven; sobre el testimonio de víctimas de torturas y detenciones arbitrarias; Se trata del asesinato a sangre fría de jóvenes estudiantes, que son asesinados con balas certeras en la cabeza o el torso por fuerzas al servicio del Estado.
Otro lugar común dice que la realidad supera la ficción, y quizás por eso es tan difícil recurrir al arte para contar una historia que sea familiar para todos y al mismo tiempo deje una huella mística.
De eso trata esta película: de cómo sacar esqueletos almacenados debajo de los felpudos, colgados de los árboles del patio trasero, de los guardabarros de nuestras carreteras, sin que sea tan obvio como un panfleto.
pelicula simon
Debe haber miles de gigabytes de artículos de este tipo, montones de libros, horas de podcasts y metros de publicaciones en YouTube, X, IG y Facebook, varios cortometrajes y largometrajes sobre las tragedias que Venezuela ha enfrentado y sigue viendo. Este 5 de septiembre la película fue proyectada para la prensa en una sala de cine comercial donde deberá estrenarse este jueves 7.
Como es un personaje, es un país muy rico. Es uno de los pocos en cualquier continente que ha realizado un milagro adverso: cuando creía que todo podía ir bien, que todas las condiciones podían ir bien y que incluso había saltado a la vanguardia de los países desarrollados del mundo, invirtió las marchas. Pero eso sucedió hace mucho tiempo, mucho antes de los eventos que respaldan a Simon the Movie.
Simon no se trata de eso. Entonces, sin hacer caso de tantos consejos y sugerencias en contra, vas al cine para que cada uno pueda ver ese retrato sin photoshop y hacer y responder sus propias preguntas.
Es sin duda una de las mejores películas de la cartelera venezolana, desde Hollywood hasta Bollywood. Y, para disgusto de la vara chovinista quien sostiene con vehemente ignorancia que tiene “las mejores playas del Caribe, las mujeres más bellas y las primeras reservas de petróleo”. Simón no es algo que deba llamarse cine venezolano… es cine internacional, hecho por venezolanos en todo caso… desde afuera, esta diáspora y exportación neta de talento y Arepera está muy en línea.
Y esta es una de sus mayores características: consigue hacer de un tema local, como es la lucha de este país solitario contra un régimen opresivo, uno o más bien varios temas universales, que están presentes en cualquier relato escrito, filmado o grabado. En piedra: Odio, amor, culpa, traición, abuso de poder por parte de ciertos uniformados, esperanza y desesperación, redención y perdón.
Todo contado por quienes nos rodean, los que permanecemos en Venezuela y los que se han ido a otra parte con sus sueños, esperanzas, recuerdos y olvidos.
Por eso destaca como un grito velado la actuación de un Christian McGaffney, que, con una escena de luna llena sobre las dunas de Koro, encarna los contrastes salvajes y el síndrome postraumático de un país con un pie dentro y el otro fuera. . Se trata de un país cuyos habitantes se debaten entre el nihilismo y la culpa; “Estaba arreglado” y la letanía de víctimas de la novela, a la sombra de la pancarta y las ficticias promesas de sus gobernantes.
Tenemos un Franklin Vargas que encarna el mal, destilado como un ron añejo: se llama Coronel Lugo y está ligado a un juego de luz, lente, visión y rictus preciso.
Nos ayuda Jana Nawartschi en el papel de Melissa, la Gringa Buena que representa a la comunidad internacional que sacude y “mira qué vaina”, Su traducción aproximada “Es una pena, pero en realidad no es nuestro problema”.Nuestro destino nos mira de lejos sin poder hacer nada concreto para cambiarlo.
De una manera un tanto sutil y por tanto poderosa, Simón también nos habla del perdón y del olvido; El exorcismo del abrazo sincero; la eterna presencia de los que ya se han ido; Necesitamos progresos urgentes.
Nos habla de perdedores que no se dan por vencidos. “No hemos hecho lo suficiente”; Y más allá de cualquier situación de entender, este país es como un juego colectivo, porque “o jugamos todos o se nos escapa la pelota”, como dice el héroe.
En este punto hay un creciente número de gorilas sedientos de censurar una película que estos complacientes tipos prehistóricos probablemente no hayan visto. La ironía es que Simon no es una película que evoca odio o ira, sino perdón y abrazo, por encima de la culpa y las ilusiones aplastadas.
Pero, como dice un viejo poema cuyo nombre ya está olvidado, “Hay una gran distancia entre el perdón y el olvido / Podré perdonar la ofensa, pero nunca olvidarla.”
Spoiler: Simón no habla ni finge olvidar, no juzga su carácter… O como dijo un guardia nacional y estudiante en una carretera de Caracas en febrero de 2017: “Todo el mundo sabe dónde está su fuga”.