Veinte largos años de desgobierno, corrupción, incompetencia y terquedad por no reconocer los problemas y el camino del cambio han destruido al país con mayor potencial de América Latina y lo han convertido en el estado más miserable. De una tierra de bienvenida y oportunidad donde muchos encontraron un lugar para escapar de la miseria y la guerra, nos hemos convertido en una tierra de partida, donde millones han huido porque les resulta imposible sobrevivir y han perdido completamente la confianza.
Es angustiante ver el fracaso del gobierno, su preocupación por estar en el poder y no atender los males de la mayoría y su incapacidad para hacer una propuesta única y un proyecto de país frente a las contradicciones, inconsistencias y ambiciones de la oposición. Restaurando la confianza y reviviendo la esperanza, la mayoría se muestra escéptica ante la perspectiva de que el país se recupere a través de las elecciones. Por eso, todos debemos trabajar en todas partes y en todos los frentes para restaurar la confianza en el voto, que es el proceso más democrático e ideal para cambiar gobiernos. Amar a Venezuela es trabajar para salir del caos con tenacidad y esperanza. Por eso, ante el “nada que hacer” de los rendidos, debemos levantar el “todo por hacer” de los valientes que siguen trabajando sin resignarse. Ante el “estamos en Venezuela” repetido con un toque de ironía y tristeza para justificar el desastre, debemos “otra Venezuela es posible y estamos dispuestos a lograrla”. Frente al “tenemos patria”, debemos plantear “la patria se muere y nos llama”. Tener patria significa tener alimento, salud, seguridad, trabajo digno y bien remunerado; Hay libertad y hay futuro; Hay un ejército al servicio de la patria y de la constitución que no tolera la injerencia ajena; tener poderes autónomos e independientes; Hacer de las elecciones libres y transparentes un proceso democrático para el cambio de gobierno.
Cuando hablo con un chavista-madurista y le pido que me diga una cosa que funciona bien, evita el tema y empieza a culpar a la oposición, al imperio ya las prohibiciones de todos los males; O, cegado por la ideología, repite que antes la gente vive peor.
Pero no podemos resignarnos ni darnos por vencidos. O vivir de espaldas a tanto sufrimiento que debemos sentar las bases de cualquier propuesta de cambio político. Es hora de hacer realidad la canción de los valientes. Para ganar la guerra de la libertad, debemos estar seguros de que podemos ganarla y trabajar duro para lograrlo. Este es el momento de la organización y la acción. Es hora de terminar con todas las tentaciones de golpe o agresión y volver a las elecciones como un medio esencial para restaurar democráticamente el país.
Aunque es engañoso esperar neutralidad de un gobierno autoritario y oportunista, que va a hacer todo lo posible por dividir a la oposición, o en ausencia de elecciones, no nos queda más remedio que elegir y pelear el mejor escenario posible. y con un seguimiento objetivo nacional e internacional. Si logramos convencer a la mayoría de votar por un solo candidato, aunque no sea su elección, será imposible desacreditar el resultado. ¡Solo le conviene al gobierno seguir renunciando y gastando en luchas estériles o falta de objetividad entre varios partidos de oposición! ¿Alguna vez aprenderemos?