Francisco de Miranda tuvo suerte a principios de 1812, cuando el Congreso Nacional declaró a Valencia capital de la República tras el fin de la rebelión. Pero era demasiado pronto para cantar victoria. El desarrollo de los hechos y la llegada del Capitán de Fragata Domingo de Monteverde a Coro darán un giro a los acontecimientos. El hecho de que los enemigos de la libertad hayan convencido a las razas ofreciéndoles libertad e igualdad social, -pretensiones justas tomadas secularmente-, sedujo fácilmente a negros, indios y pardos a rebelarse contra sus históricos enemigos de clase. Los criollos fueron acorralados.
En este panorama se produjo un hecho de gran trascendencia, que vino a disminuir el poder de la causa independentista.
Era el 26 de marzo de 1812 y era Jueves Santo. Son las 4 de la tarde. Caracas fue destruida en menos de un minuto. Casas, iglesias, conventos, hospitales, teatros, cárceles, el cuartel de San Carlos, la casa episcopal y el cabildo, todo se iba a pique. Los indígenas, afectados por la furia de la naturaleza, también sufrieron un complemento al desastre: la satanización de la Iglesia Católica a los amantes de la libertad. Los seguidores religiosos no perdieron la oportunidad de culpar a los seguidores de la libertad.
Los prelados señalaron que el terremoto fue un castigo divino, enviado a Venezuela para que el rey Fernando VII no lo supiera. Para empeorar las cosas, esta mentira encaja a la perfección: el terremoto tuvo un impacto sustancial en las fuerzas Patriot.
Las zonas más deprimidas fueron Caracas, La Guaira, Barquisimeto, San Felipe y Mérida, ciudades donde el campo anticolonial tenía una gran mayoría. El desastre en el occidente del país ayudó a las tropas dirigidas por Domingo de Monteverde a avanzar hacia Caracas. La Primera República moría a los pocos meses de su nacimiento.
Un hito en este complejo proceso fue el 30 de junio de 1812. Los prisioneros realistas del fuerte de San Felipe de Puerto Cabello -fuerte al mando del coronel Simón Bolívar- se levantaron al mando del alférez Francisco Fernández Vinoni, “el patriota español”, subteniente de milicias; y el criollo Rafael Hermoso, contable -que dejó el cargo a los antirrepublicanos. Fue en este preciso momento que Francisco de Miranda acuñó la frase: La patria está herida en el corazón.
En este cuadro, el Generalísimo Francisco de Miranda y el bando patriota estaban claramente enfrentados. Todo conspiraba contra la opción de la liberación. La ya mencionada catástrofe del terremoto del 26 de marzo se ha sumado a la hostilidad de la gran mayoría de la sociedad venezolana, con pocas excepciones, a la opción de la liberación. Francisco de Miranda también se plantó ante el ataque enemigo, pero la citada pérdida de Puerto Cabello, la rebelión de los esclavos de Berlovento, así como los poderosos realistas que la asediaron -Domingo de Monteverde por Valencia y el formidable José Yáñez por Calabozo- sólo aplastado el reclamo patriota. Previendo un desenlace fatal y basado en su experiencia en este conflicto, Francisco de Miranda optó por firmar la capitulación del ejército patriota en la ciudad de San Mateo el 25 de julio de 1812, poniendo así fin a la Primera República.
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