Tras la muerte de un adolescente de 16 años abatido por la policía durante un control de tráfico el pasado lunes, la violencia se ha extendido de nuevo en varias ciudades francesas por quinto día consecutivo.
Según el Ministerio del Interior, más de 700 personas han sido detenidas y al menos 45 agentes de seguridad resultaron heridos en enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas del orden.
Los disturbios se han extendido desde los suburbios de París, donde comenzó el conflicto, a otros lugares como Lyon, Marsella, Burdeos o Nantes.
Los manifestantes, en su mayoría jóvenes de origen inmigrante, quemaron vehículos, contenedores y mobiliario urbano y arrojaron piedras, cócteles molotov y fuegos artificiales a la policía, que respondió con gases lacrimógenos y balas de goma.
El presidente francés, Emmanuel Macron, condenó la violencia y expresó su apoyo a la aplicación de la ley. También anunció una investigación independiente sobre las circunstancias que rodearon la muerte del joven, identificado como Malik O, quien, según la versión policial, intentó escapar del control y embistió a un agente con su motocicleta. La familia de la víctima condenó el uso excesivo de la fuerza y pidió justicia y calma.
El primer ministro francés, Jean Castex, anunció el refuerzo de la policía y advirtió que no tolerará ningún tipo de violencia o vandalismo.
De igual forma, hizo un llamado al diálogo y la responsabilidad para evitar una escalada de la tensión social en el país.